Steve Wilson - The Raven that Refused to Sing (And Other Stories)


Hace pocos días que Steve Wilson publicó The Raven that Refused to Sing (And other Stories), tercer álbum de su carrera en solitario, y es un auténtico placer comprobar que en la actualidad el progresivo sigue aportando calidad y talento al panorama. El antiguo líder de Porcupine Tree ha creado un excelente álbum, por momentos magistral, sorprendente y de gran factura, un auténtico tributo al progresivo clásico, sin ocultar sus influencias, aunando a la perfección las ondas progresivas de los setenta con las más modernas tendencias, música a veces intimista, otras lírica, otras veces poderosa e impactante o también sutil. Por el simple hecho de escuchar en acción a la fenomenal banda de músicos de que se ha rodeado Wilson hace que merezca la pena la audición de este disco. Steve Wilson es un competente escritor de canciones, y es tal su perfeccionismo, su mimo en la producción, el cuidado en la estructura de los temas, su meticulosidad en su trabajo y en el del resto de los músicos, que The raven... es sin duda toda una gran sorpresa por su brillantez y la gran altura de sus temas.

Formado tan sólo por seis canciones - tres largas de diez minutos como mínimo y otras tantas algo más cortas - The raven... tiene mucho que ofrecer. Los primeros minutos de Luminol, su primer tema, son absolutamente espectaculares, te dejan clavado literalmente en el asiento... trepidante y eléctrica, tiene en su parte central un ambiente relajado y melódico, y concluye con otra explosión de fuerza. Se entiende que, tratándose de Steve Wilson, la energía está bien canalizada y controlada, pero no deja de ser un tema excitante y poderoso. Magistrales el batería y el bajista (Marco Minnerman y Nick Beggs, respectivamente), suaves y bonitos toques para flauta a cargo de Theo Travis y la suave y bien balanceada voz del propio Wilson, notables sonidos y arreglos para teclados, en particular para piano eléctrico (Adam Holzman realiza también un gran trabajo). Estos comentarios se pueden extrapolar al resto del álbum, pero en Luminol es tal vez donde más se aprecia la calidad y la conjunción de esta banda. Veamos un clip de este tema en directo. Muestra del perfeccionismo de Steve Wilson es que se aprecia prácticamente igual la calidad en directo. Impresionante.




Pero no queda ahí la cosa, ni mucho menos. El segundo tema, Drive Home, es uno de los mejores temas de nueva producción que últimamente he tenido la ocasión de escuchar. El álbum pierde su corte progresivo para adentrarse en ritmos medios, más cercanos al crossover, armonías más clásicas, bellas combinaciones de acordes. Es muy interesante que, al menos para mis oídos, Drive Home presente influencias de la música independiente que hace pocos años se hacía en Estados Unidos en la onda de Grandaddy y demás. Canción melódica, suave, equilibrada, con preciosos paréntesis instrumentales - qué grande la guitarra de Guthrie Govan, y qué sentimiento le echa al interpretar -. Si Luminol es impactante por su energía, Drive Home lo es por su gran belleza y su equilibrio delicado. Steve Wilson es un gran arquitecto de sus canciones. No me resisto a colocar la canción en este blog.





La atmósfera ensoñadora y ligeramente melancólica de Drive Home se esfuma con los primeros acordes de The Holy Drinker. El piano eléctrico se muestra oscuro y misterioso, la batería y la guitarra amenazan con complejas estructuras acompañando a un saxofón que se mueve ad-libitum por este entramado de falso caos... Irrumpe la voz de Steve Wilson en una sencilla pero efectiva melodía, y luego se rompe el tema en una rápida sucesión de acordes, muy acertada, por cierto. Un delicioso solo de flauta al estilo prog de los setenta, un órgano que bien podría haber cabido en un corte de los Focus (de hecho la banda holandesa influye, y mucho, en esta canción). De nuevo un interludio misterioso, y hasta siniestro, y al final una coda que retoma el concepto inicial... otra gran muestra del talento de Wilson y los suyos. The Pin Drop es otro de los temas "cortos" que comienza de manera vaporosa, con una melodía realmente atractiva y unas armonías corales muy bien logradas. No es exactamente progresivo en el sentido estricto, y en cierto modo nos trae a la memoria los anteriores trabajos de Wilson en Porcupine Tree. No en vano éste fue el grupo que le dio a conocer y tal vez su etapa más decisiva, de ahí que tarde o temprano salga esta época a la luz de nuevo...  

The Watchmaker muestra en sus once minutos y pico una vena poética en las letras. Su estilo es reposado, cristalino, con una melodía intimista, de aquellas que son perfectas para contar una historia triste: un anciano matrimonio que ha convivido durante cincuenta años, una existencia gris, conveniente, sin pasiones. Llevado por la amargura de una vida sin felicidad, el marido mata a su mujer... que vuelve a él desde el otro mundo, pues no en vano medio siglo une más de lo que parece... Para mi gusto, tal vez este es el corte "menos brillante" del álbum, aunque no deja de ser atractivo... Concluye con The Raven that Refused to Sing, una emocionante canción que sirve como un broche de lujo. Tiene una atmósfera extraña, creada hábilmente por una rara combinación de armonías principalmente interpretadas por el piano y oscuros detalles de sintetizador... una melodía melancólica, pausada, intimista, que te envuelve. Es desde luego un gran tema, a veces desgarrador, otras veces lleno de esperanza... el piano y las cuerdas están perfectamente ensambladas y van llevando suavemente a quien lo escucha a través de esa atmósfera encantadora y llena de misterio... En definitiva, un gran álbum, fabricado con enorme precisión y talento... 


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